LA MÚSICA DEL CIELO

La madrugada estaba fría y ya se empesaban a escuchar los cantos de los gallos. Alfredo mitigando el sueño, el cansancio y el frio con su tabaco, el cual había envuelto él mismo días antes para ir preparado ya que estarían varios meses fuera de la casa.

Señor Alfredo ya es hora de irnos, porque está amaneciendo, mire la claridad del sol ! -dijo Felipe, uno de los acompañantes de viaje y gran conocedor de la montaña hacia donde se dirigían- sí ya es hora - contestó Alfredo, caminando hacia sus hijos y su esposa María : los amo, vendré bien y pronto, tengan cuidado con los animales y acompañen a su madre.

Habiéndose despedido, hecharon los mulos por delante. Era lunes principios del mes de febrero, por lo tanto verano y eso significaba mucha neblina, tanta que solo se asemejaban bultos a corta distancia. Ivan felices pues estaban acostumbrados a largas jornadas de camino, a aspirar el olor de la neblina y el sudor de los mulos, pero ante todo porque según el Señor Alfredo el Lunes era buen día para salir de viaje.

Vamos a paso medio, sin afanes para no cansar a los mulos, ellos se irán calentando y ya podremos apurarlos; ellos conocen de sobra el camino, decía alfredo, mientras saboreaba su tabaco, su cuerpo algo encorvado se mecía al son del trote de Melao, el mulo de su preferencia.

¡Mire viejo, ya llegamos al arroyo e San miguel ! vamos a arrimar los mulos para que beban - dijo felipe encaminando los mulos hacia la orilla del arroyo; daba gusto mirar los animales inclinados bebiendo lentamente como deseando alargar ese momento, mientras se miraban imponentes en las cristalinas aguas . Los hombres aprovecharon para lavarse la cara, comer algo y beber tambien.

Ya es hora de arrancar muchachos, hoy debemos llegar a la montaña, el trabajo que nos espera es duro... -decía alfredo subiéndo a su mulo con algo de trabajo- así fueron de Camino real en camino Real, de trocha en trocha, playón en playón y de resintos solitarios a pequeños caseríos, descansando por raticos y comiendo un poco de ajonjolí con sal o un pedaso de panela .

llegaron a la hacienda de un viejo conocido donde decidieron pasar la noche, amarraron los animales, comieron poco para dormir tranquilos, colgaron sus hamacas y se dispusieron a dormir, cada uno con un musengue largo y flexible como la cola de sus mulos, para espantar los mosquitos.

muy temprano se levantan y uno de los hommbres grita: ¡ ven a ver, felipe, -caminando hacia el lugar donde estaba la hamaca en la que había dormido el viejo Alfredo- los demás hombres se fueron reuniendo al rededor, con la boca abierta. ¡ no puede ser ! ¡cómo lo hiso? - decían-, debe tener pacto con el diablo, mírenlo se hace el loco, a lo mejor tiene el cuero muy duro que hasta mata los mosquitos o el olor del tabaco, por que a mí ese tabaco me tiene loco -agregó Felipe, mientras todos miraban el montón de mosquitos muertos que estaban en el suelo en el lugar en donde había dormido el viejo. Los mosquitos formaban exactamente la silueta de un curpo acostado.

Bueno, nos vamos, el camino es largo y culebrero, - anunció Alfredo mientras se acomodaba

sobre Melao, su mulo. Hoy debemos llegar a la montaña.

anduvieron a paso rápido y a las 2:00 empunto ya se estaban internando en el corasón d ela montaña : Vamos montaña adentro, hay que buscar el mejor sitio para parar la rancha - dijo Alfredo- siguieron andando bajo el emjambre de dibujos formados por las sombras de las hojas de cada árbol, eran inmensos y parecían haber nacido con la tierra, por instantes se escapaban fugitivos rayos de sol, huyendo de la oscuridad.

Encontrado el lugar pasaron a construir la rancha: sí este lugar es el apropiado ¡manos a la obra! y en momentos estuvo lista la rancha tenía buenos horcones y un salso amplio donde dormirían seguros de las fieras. Así durmieron esa noche , plácidamente como quien duerme en su propia casa.

ya tenían cuatro días de estar en el monte, estaban cansados pues el trabajo era cada ves más duro, esa tarde por ejemplo trajeron las primeras cargas de caucho.

Aseguren bien el caucho y suban enseguida, ya está oscuro y no tardan en llegar las fieras - les anunció el viejo-

Sí señor Alfredo, -respondió uno de los hombres- ya vamos, estamos prendiendo los mechones para alejar al tigre.

masticando todavía la comida de la tarde, se tendieron en sus hamacas.

Alfredo había perdido el sueño a pesar de su cansancio, ya todos dormían mientras él pensaba en su casa: sus hijos y su adorada esposa, María, esa mujer alta y fuerte con mansedumbre de cordero y ojos que eran pura ternura. de repente le pareció escuchar algo ... una melodía ?

Se sienta en su hamaca y se dice : sí estoy despierto !

Será que alguno de estos atrajo radio? no, esa música viene de arriba, pero... si estamos en medio de la montaña, no es posible. !

Allí siguió en silencio...escuchando la más bella e inexistente melodía, acompañada por voces finas como cristales acordes y en cuyo fondo musical se escuchaba un suave instrumento irreconocible a sus oídos y a su memoria.

Aquella música pasó lentamente por el cielo, por encima de los árboles o por entre sus ramas, así lentamente... se fué alejando hasta escuchar tan solo finos hilos de sonido. Mientras sentía la más hermosa sensación en su pecho, en su alma y que sabía nunca antes había sentido, se quedó dormido Alfredo.

Apenas se levantaron llamó a todos los compañeros y les dijo : Anoche escuché la música del cielo, pasó lenta, pero no quise despertarlos.

Los hombres lo miraron con incredulidad